Relación de la audiencia que el señor emperador Carlos V dió en la casa del parque de Bruselas a Gaspar de Coligni, almirante de Francia, cuando pasó a esa corte a jurar las treguas.
Place: Bruselas
Year: 1556
Event: Político, Political matter
Transcription:
EMBAXADA Relacion dela Audiencia que el Señor Emperador CARLOS V. dio en la Casa del Parque de Bruselas à GASPAR DE COLIGNI Almirante de Francia, quando passô à essa Corte, à jurar las Treguas
El dia de Pascua Florida estamos el Emperador en su cafita del Parque de Bruselas, en la qual mucho tiempo antes se havia retirado para huir de la bulla; pero reservandose el manejo y disposicion de los negocios, y en teniendo por unico lado à ANTONIO PERGENOT obispo de Arras, el qual llevava su parecer à su hijo y à otros Señores de su consejo.
Fue el Arlmirante à buscarle con su gente en esse fitio, donde al entrar desde el pie de la Escalera, hasta la antecamara del Emperador, estavan arrimados à la pared, de parte y otra muchos Señores, los mas moços, no de menos de treinta y cinco años de edad. Y los mas viejos, no de mas de quarenta y cinco; todos vestidos de negro, muy grave y de venerable portes, y todos sin sombrero puesto, mientras passaron Franceses.
El Emperador estava aguardando à el Almirante en su Camara, sentado por sus gotas en una silla cubierta de paño negro; y la pieça y antecamara, colgadas de la propria manera, las quales luego estuvieron llenas de Franceses, porque los Caballeros de antes arrimados en el camino, se havian Baxado al pie de la esclava para hazer lugar. Su traje era vna ropilla de seña de Florencia como de un burges, hasta a la rodilla, los braços passados por las aberturas de las mangas y un jabon de terhi de alemania negro, un bonche de Mantua, con una cinta de seda negra: Su camisa con Valona simple, ilustrado tanto mas lo todo à aquel Principe en verdad grandissimo.
Assi como el Almirante se llegô à el, le hizo una reverencia digna de la grandeza de esse Principa y de su propia gravedad y portes, que el almirante no era nada bisoño en hazer bien su papel, y le dixo Srie, El mayor deseo que el Rey christianissimo mi soberano Señor tuvo jamas, hasido que otros fuesse servido de establecer y bendecir à su reynado por medio de unas Panes cumplidas y amistad sincera con todos los Principes sus vecinos; y haviendo este beneficio empeçado à brotar con vos por una tregua concertada à cinco de Febrero ultimamente passado, es justo esperar prerduzira con el favor de Dios, una paz indissoluble entre vosotros, vros reynos, Estados y vasallos. Fue servido mi dicho Señor de [putarme] à Vos para hallarme presente al jurame,nto acostumbrado, y el qual fereis fervido de hazer para el cumplimiento y observancia de dicha Tregua, assi como vereis por las cartas que os escrive y os presento de su parte.
La respuesta fue: Señor almirante, el Rey Monsieur mi buen hermano me da una prueva muy clara de su verdadera y pareja amistad, con hacerme la honra de escribirme, y en haver eescogido à tan digno ministro como vos, para hacerme su carta: seais muy bien venido. En recibiendo dicha carta, quiso abrirla, pero porque estava cerrada con mas cuidado que las demas cartas comunes, assi como se cartean los Reyes en su Grandeza, se hallô con pena: de modo que el Obispo de Arras, el qual estaria à las expaldas de su silla, se adelantô para pensarla abrir; pero entonces el emperador bolvio la cara, y le dixo: Como Monsieur de arras, quereis quitarme esta obligacion que tengo al Rey Monsieur mi buen hermano? Ya Dios no quiera, lo haga otro sino yo: y passando adelante en la abertura, tornô à mirar al Almirante, con una pisada muy graciosa, y le dixo: que os parece, Señor almirante, no soy Caballero muy en punto para correr y romper una lança, ya que à penas puedo abrir una carta? Entrególa al Obispo, diziendole, leedla, como hizo.
Acabada de leer la carta, el emperador, dio en platicas familiares, como se suele en occasiones semejantes, y preguntô al almirante, como esta de salud Monsieur mi buen hermano? Muy bien, [sure], respondio el almirante. Ah que me alegro dello, replicô el Emperador: quanto pensaís se me abre el corazon, y no sin causa porque tengo en mucha honra de salir de parte de mi aguëla materna de aquella flor, la qual lleva y sustenta tan celebrada Corona. Me dixeron sin embargo, empieça de tener unas capas: es tan moço que no se puede mas: havrà à modo de dezir tres dias que estava en España, principe moço, y sin pelo de barbas. A esso el almirante queriendo escusarlo dixo: dire la verdad es que el Rey tiene dos ô tres canas: tambien mas moços que no el, las tienen. O no os espanteis de esso, dixo el Emperador, es esso menos que nada: yo pregunto como estan los otros y yo os quiero dar quenta de mi mismo. Yo era casi de su edad al volver à Napoles, desde la Coleta [Sabeis Señor almirante quanta es la gala, hermosura, y aÿre de las damas de essa Ciudad) soÿ yo hombre: entendi grangear a su gracia, assi como los demas. al otro dia por la mañana, [inabié] por mi barbero, para que me afeitara, crespara y sahumâra: me ponen un espejo delante, mirome en el, y repara en mi lo mismo que ahora en el Rey monsieur tan buen hermano. Estrañandolo yo, pregunto que es esto? responde el barbero, dos o tres canas, y havia mas de una dozena. Quitamelas dice yo, y no me dexes ni una.
Assi lo hizo: y sabeis lo que me sucediô (y mirava el Emperador à todos los Caballeros Franceses) dejar à poco, queriendo mirar al espejo, hallé que por una me havian crecido tres, y si huviera continuado en hazermelas sacar, en poco tiempo, huviera salido blanco como un Cisne.
Despues preguntó por nuevas del Condestable de Francia, à quien alabô mucho, como à bueno y fue ministro de su Rey. Tambien se acordô de Madama de Valentinois y no de otros, porque sabia valian los dos, y en sus manos estava la autoridad. Al despedirse el Almirante, y antes que saliesse dicho acompañamiento; el Emperador havia mandado abrir todas las ventanas que miravan al parque, hazia donde havian de passar Franceses à la buelta; y aÿ se assomô para que le viera la gente, porque algunos dias antes, havia corrido la voz de que estaba tan malo que le havian tenido por muerto.
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